ABANICO/ La recesión según Tolstoi

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Por Ivette Estrada

Peligrosamente presente y siempre acuciante, causa de insomnio y paradójicamente difícil de definir en su unicidad.

¿Qué es lo único que sabemos de la recesión? Sólo dos cosas: representa un semestre consecutivo de contracción económica y la causan desequilibrios en el mercado que desencadenan factores externos o internos, pero “cada recesión es triste a su manera”.

A menudo aparece con el desplome de precios en los activos, cuando en tropel se abandona el negocio. Hay una suerte de fin inminente y la escapatoria es huir, abandonar la barca que se hunde…pero no todos reaccionan así.

Los líderes empresariales que inviertan en el futuro teniendo en cuenta la incertidumbre actual estarán mejor situados para salir adelante. Estas inversiones pueden incluir la mejora de las habilidades de los trabajadores y el cambio de la forma en que operan sus organizaciones, tratarán de compensar el aumento de los precios de los insumos y las tasas de interés, y orientarán cuidadosamente las inversiones en capital y tecnología.

Antes de finales del siglo XIX, la mayoría de los economistas creían que las recesiones eran causadas por factores externos, como guerras y eventos climáticos extremos. Los pensadores económicos neoclásicos desarrollaron la idea de los ciclos económicos: picos y valles alternos de expansión y contracción económica.

Asumían que la recesión aparecía en el pico del ciclo y terminan en el fondo del valle, que es cuando comienza el siguiente período de expansión. No consideraban que la principal causa de su irrupción es el desequilibrio en el mercado.

Tal desequilibrio lo causa la geopolítica, los ciclos económicos y muchas otras fuerzas. El sector financiero siempre está involucrado…Ahora, la recesión suele comenzar en una zona geográfica y extenderse a otra. Y, por desgracia, el aumento de la volatilidad en el entorno empresarial conforma la nueva normalidad.

Y ante la recesión, cada empresa responde de manera diferente. Entonces puede asumirse que existen tantos tipos de recesiones como empresas hay. En esta tipología de León Tolstoi la incidencia recesiva disminuye conforme a la fortaleza y preparación empresarial.

En una metáfora burda, la recesión es una virulencia que afectará según el grado de inmunidad que posea cada cuerpo o empresa.

Así, habrá empresas que experimentan una demanda relativamente constante de productos de alto margen, atraen y retienen talento fácilmente y tienen cadenas de suministro simples. Desde el punto de vista financiero, tienen balances sólidos, bajo apalancamiento y mucho efectivo. Estas empresas son las pocas afortunadas a las que no debilitará la recesión.

Otras son más susceptible a la desaceleración de la economía. Poseen cadenas de suministro más complicadas, menor cuota de mercado debido a los nuevos competidores y márgenes más estrechos debido a la inflación. Con la recesión, son proclives a decidirse a reformar.

Otras empresas están en peor situación y lucharán por sobrevivir a una recesión. Tienen balances cargados de deuda, bajas reservas de efectivo y una exposición potencialmente alta a perturbaciones geopolíticas.

Pero existe otro grupo de empresas, centrado en el crecimiento y la cuota de mercado más que en la rentabilidad. El reto para ellas es pivotar hacia los beneficios, ya que la financiación suele agotarse en una recesión.

En las personas la manera en la que afrontaremos una recesión también está circunscrita a la gestión eficaz de recursos, oportunidades y la esperanza en tiempos mejores mientras ascienden las propias habilidades para reducir los impactos de la tristeza.