FILANTROPÍA/Transición de la filantropía a la inversión social

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Por Felipe Vega, fundador y director general de CECANI Latinoamérica, empresa de capacitación de asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.

El bien paga. Y enfocar las inversiones en las personas genera rendimientos en las empresas lucrativas de distintas maneras.

La inversión social se emplea para fortalecer las habilidades y capacidades de las personas y ayudarlas a participar plenamente en el empleo y la vida social. Las áreas clave incluyen protección social, educación, salud, vivienda y servicios comunitarios, actividades recreativas, de cultura o religión y protección del medio ambiente.

Este tipo de inversión es reembolsable, a menudo con intereses. Las organizaciones benéficas y las empresas sociales pueden generar un excedente a través de actividades comerciales, contratos para la prestación de servicios públicos, subvenciones y donaciones, o una combinación de algunos o todos ellos. Este excedente se utiliza luego para reembolsar a los inversores.

La inversión social no son donaciones, no se busca llevar a cabo iniciativas de caridad, sino formar alianzas con el objetivo de elaborar soluciones a problemas sociales que de algún modo están vinculados con el quehacer de la organización.

Las compañías pueden ayudar a la comunidad de distintas maneras, ya sea con la creación de empleos, apoyo a políticas públicas o al financiar proyectos y organizaciones civiles. En este último surge el concepto de inversión social.

Anteriormente las contribuciones de este tipo se hacían desde un enfoque filantrópico. Las empresas, por medio de una ayuda financiera, buscaban generar un impacto social positivo sin que este tuviera alguna relación con su negocio.

Sin embargo este enfoque no era rentable ni sostenible para las empresas, por lo que en la última década se replantearon este tipo de aportaciones desde un punto de vista sistémico o basado en el desarrollo sostenible integral, en respuesta a los desafíos globales.

Como consecuencia se redefinió el sentido de éxito empresarial, el cual ya no se mide únicamente por el resultado económico sino también por su impacto social y ambiental.

Ahora existen dos tipos principales de inversión social:

Préstamos (deuda): Se refiere a obtener cierta cantidad monetaria con la condición de ser reembolsada durante un periodo de tiempo determinado. En la mayoría de los casos este tipo de inversiones son pagadas con intereses, una tarifa que se paga al inversor por el uso de su dinero.

Acciones (capital social): En este caso, las organizaciones venden parte de sus acciones a un inversor, quien recibe una parte de las ganancias de la organización y puede opinar sobre su gestión.

También existen otros tipos de inversión social más específicos como la inversión de financiación colectiva, fondos de propiedad social o cuasicapital.

Los recursos obtenidos por las organizaciones por medio de este tipo de inversión, pueden provenir de dos grupos: a través de una organización como empresas especializadas en inversión social, bancos sociales o fideicomisos o de un individuo, por ejemplo con el uso de plataformas de crowdfunding que son mecanismo colaborativo de financiación de proyectos desarrollado sobre la base de las nuevas tecnologías.